De Pedro Luís Ibáñez Lérida.
Agolpas la lengua contra el carrillo
y tus pupilas enardecen gozosamente.
Hay un perfil hueco en mis manos
que acoge la proverbial estancia
de tu cuerpo desnudo y puntiagudo.
Enhiesto, sofocado, duro, vibrante,
suma el delirio de tus húmedos besos
a las zigzagueantes caricias que florecen
y aletean, reclinando este instante
en la perdida inmensidad del deseo.
Me enredo en el finísimo hilo de tu pubis,
azorado por la dulzura exquisita,
que mi garganta ansiosa y sedienta
anhela pausadamente ensalivar
en el secreto de la embriaguez íntima.
Pedro Luís Ibáñez Lérida. 10-03-08
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