Sólo hay un punto anaranjado y, a veces, el destello se expande por el cenicero. Noto como me voy consumiendo con el cigarro. Despacio. Alargo las caladas como si estuviese saboreando algún dulce, pero sé que me voy envenenando. Cuando lo acabo voy al cuarto de baño. Enciendo la luz, me lavo los dientes y las manos para eliminar los restos que me delatan, para intentar no sentir que vuelvo a fumar. Me miro en el espejo un instante y me doy cuenta de que llevo la camiseta al revés.
Son las 3 y media de la mañana. Todos duermen y yo pienso en ti. Me pongo alguna canción, tomo café, miro algunas páginas web y, de nuevo, vuelves a estar en mi mente. Pero ya no hay no-tiempos, ni ruido. Las galletas se han caducado y mi voz no suena igual. Se que hay cosas que no son para siempre y, entre ellas, los "te quieros".
Me levanto a rellenar la taza, luego me siento frente a mi ordenador y hoy llueve aunque no llueva.
Saray Pavón Márquez. 26-02-08
Vaya, chicos, últimamente vengo cargada de versos tristes... os prometo que vendrán otros más relucientes.
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