sábado, 19 de abril de 2008

Pero no estás aquí

De Pedro Luís Ibáñez Lérida.

El lugar de la memoria. Allá dónde nadie atraviesa el umbral sin retorno. Dejo transcurrir el tiempo de la grima, y me acomodo. A sabiendas que mis manos agarran la nada, y la vacua mirada se hunde en sí misma. Las cigüeñas regresan. Sus cuerpos gráciles troquelan el cielo. Colman la dulzura en el armonioso vuelo, mientras se alejan. En lontananza, se asemejan a flechas de céfiro aplomo en busca del mediodía. Quietud que reposa y revierte en esta aflicción, que discurre como reguero de subrepticio dolor. Impoluto deseo de contradecir la providencia . Desafío que se rompe en la congoja de un tiempo despedido. Así, y todo, no resigno la suerte de la lágrima. Te hago compatriota de la patria más querida: la que no existe, excepto en el continente del alma. Si no es así, prefiero y elijo ser un paria.
La tibieza del sol se refleja, con suaves tonos de albaricoque pérsico, en la ciudad. La desganada niebla de las primeras horas de la mañana, ha dado paso a este sutil empeño de la naturaleza en procurarnos satinados colores. En la soledad de mis pasos se recrudece la contrita necesidad de abrazar tu cuerpo y rebosar tu rostro de tiernos besos. Incluso desmelenar tus rubios cabellos. Mientras la sonrisa se dibuja en ti y en mí, y hacernos cómplices de algún suceso, como los que te gustaba contar con peculiar prodigalidad. Pero no estás aquí. Tu ausencia circunda este tiempo que no reconozco sin ti. Y, cuando logro recomponer la soledad, es cuando más te echo de menos, papá.

Pedro Luís Ibáñez Lérida. 02-02-08

0 comentarios: