
Perdóname.
Sé por qué lo digo.
Tarde es para reverdecer
la gratitud latente
que me ofreciste.
Aún quiero sentir alivio,
resucitado por la caricia
en la que vivo engañado.
No sabía, y sigo sin saber,
andar tras la encrucijada
de las férvidas emociones,
y el desierto en que te sume,
si el aliento se apaga en soledad
y es la palabra, desgranada, enteca
como la fiebre de un niño dormido.
La ternura.1989
Oswaldo Guayasamín.
Ecuador. 1919-1999
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