viernes, 3 de abril de 2009

Se deshizo el pulso de tu mano


Tu voz en el azahar, padre.

Se deshizo el pulso de tu mano
en el borde de luz apresurada;
se asemejaba a la bajamar,
en la huella que fue plenitud
ahora, conchas y piedras en retirada.
Se durmió tu mirada en párpados de nieve,
del exilio, tu sombra gritaba,
parecía el frágil titilar de una llama
antes de sucumbir en humo de lluvia.

En un día como hoy, tus rasgos son aire
que arañan el espesor de la tristeza.



Cánticos de Tristeza.
Juan José Vera.
Guadalajara. 1926

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