Sediento a la noche, la calor sobresalta la luz en mi cuerpo.
Oigo a la pareja vecina amarse trágicamente.
La madrugada de verano proporciona
un sucedáneo del silencio que invita a la soledad.
La calor en aumento me hace insomne.
Palabras desgarran el himen y la garganta
de una mujer tras un tabique.
Entre el descompás de cada uno de sus gemidos,
el vacío de la voz de los grillos
ha sido ocupado por la indiferencia de los coches
y por ambulancias que recuerdan que somos efímeros.
La vida es una despedida constante.
El silencio del verano es espeso, casi cálido.
Mis vecinos deben dormir arrastrados por la fatiga que,
en pleno agosto, requiere el sexo.
Su garganta ya reposa. Y su pubis. Y su pelo.
Pensó que desfallecería en el rigor de sus brazos.
Tendido en mi cama veo la luna,
perfecta gota de leche, haciendo sombras plateadas.
¿Necesitas que prosiga el poema para entender que te extraño?
2 comentarios:
suave y terrible, en esa soledad llena de ruidos
y esa luna desprendiendo nostalgias.
es un poema hermoso, tibio, desnudo hasta la desesperanza.
un saludo cordial.
Afortunadamente, a la mañana,
todo vuelve a su orden.
Es lo que tiene vivir solo y sólo dormir con tu pareja los fines de semana...
Saludos,
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