martes, 5 de mayo de 2009

La carretera se define en su propio fin -On the road-

De Pedro Luís Ibáñez Lérida.

La carretera se define en su propio fin
-qué luz procura el dolor-
los que por ella transitan,
-espectros errabundos con el futuro a cuestas
y el pasado hincado en las rodillas,
tan pesadas como la espera del alba en vigilia-
caen sobre sus propias sombras.
La rojez pálida del crepúsculo,
es el aliento ungido en la fugacidad
vertiginosa y hórrida de la desolación.
La noche desciende en gritos
y sólo el alcohol gime en los ojos,
aplomados y encarnados
por la borrachera del ocaso.

La nada no es el vacío;
sólo el penúltimo kilómetro
antes que la Ruta 66 sea

un corazón sin pálpito.



Jack Kerouac escribió On the road a máquina entre el 2 y 22 de abril de 1951. Fue adhiriendo ocho larguísimas hojas de diferente longitud, creando un rollo de papel. En total 36 metros, del tipo utilizado por los arquitectos. Las recortó longitudinalmente para ajustar sus dimensiones al carro de la máquina. No tenía ni un solo punto y aparte. Tardó tres semanas...

Texto: On the road . Jack Kerouac.
"Conocí conocí a Neal no mucho después de la muerte de mi padre... Acababa de recuperarme de una enfermedad de la que ahora no me molestaré en decir nada salvo que tenía que ver con el hecho de que mi padre hubiera muerto y de mi espantosa sensación de que todo había muerto".

No viajan las estrellas en mis ojos,
son estos los que se encaraman
para vislumbrar la etereidad
del cielo que vaga errante.
Desde una eternidad precisa,
en la finitud de quiénes
nos precedieron en esta inmensa,
inquieta e incierta ignorancia,
van los deseos contritos y espesos,
agazapados en las venas que arden
en el sopor agreste del verano
que comienza a declinar,
sin apenas, decidir su futuro
que ya es presente en la carretera.






"En un tiempo había cenado allí un capitán de ojos azules. Ahora sus huesos estarían orlados de perlas inmemoriales".

La sombría luz del mar turbulento
-profunda huella de su peso-
fulgía en la blancura de tus huesos,
padre.


Rendía el gozo de la existencia
en ese estado de vaivén sordo
que las corrientes infieren
a la dulce complacencia
de la muerte mordida en los labios.

"-Manana -dijo-. Todo nos va a ir bien manana, ¿ no crees, Jackie, cariño mío ?

-Sí, claro que sí, pequeña. Siempre era manana. Durante toda la semana siguiente eso fue lo único que oí: manana. una palabra preciosa; una palabra que probablemente quiere decir paraíso. El pequeño raymond saltó tal cual estaba y se durmió, de sus zapatos salió arena, arena de Madera. Bea y yo nos despertamos en mitad de la noche y quitamos la arena de las sábanas".

Caía la tarde sobre los campos de vides,
el aroma agreste y dulzón irrumpía
reventando el crepúsculo en mi frente.
Las pertenencias llevaban vuestros nombres
que colgaban en mis rudas manos,
entreabiertas al suspiro del amanecer.
Estremecía el aliento, trabajando
de luz a luz, de este a oeste,
nadando en el sudor del pecho
y esperando, a cambio de todo,
la nada que hervía a mi derredor.

De su voz, el paraíso.
De sus zapatos arena de Madera.
Las sábanas eran la pureza
que mi corazón no reconocía.




"Hablamos de su granja. Bea me trajo el desayuno. Yo había preparado la bolsa de lona para viajar a Nueva York en cuanto recogiera el dinero en Selma. sabía que había llegado. Le dije a Bea que me marchaba. se había pasado toda la noche pensando, y había acabado por resignarse. me besó sin pasión entre las viñas, y fue alejándose a lo largo de la hilera. Tras una docena de pasos nos volvimos (porque el amor es un duelo) y nos miramos por última vez".

Te alejas
como los cables de alta tensión
y me dejas a oscuras.
Los que amo me necesitan.
Tú, que dices amarme,
ni siquiera me escuchas.
Los dioses son sordos por naturaleza.

Mis labios destemplados
se hacen pequeños
como tu despedida.




"Luego, dos ángeles exhaustos, tristemente varados en un arrecife de L. A., después de haber experimentado juntos la cosa más íntima y deliciosa de la vida, se quedaban dormidos y durmieron hasta la caída de la tarde".

Surgían de sus tristezas
-ventanas del alba-
con la corazonada de golpe,
atravesando la faz de la noche;
nada les hacía adivinar
que la máxima sutileza
residía en las caricias
porque éstas, ya no eran
las de ayer
ni tampoco las de la mañana.











"Todas las cosas de la vida, todos los rostros de la vida iban amontonándose en la misma habitación fría y húmeda".

Accedían sin orden ni concierto
como una ventisca adolecida de alivio
que vomitara el pasado
y errabundos hicieran el ademán
de perderse en la fría piel.

Los recuerdos no residen,
pasan dos veces por el corazón:
antes y siempre. Así, no acaban,
permanecen inéditos y únicos.









" -Anoche me fui paseando hasta Time Square, y cuando llegué me di cuenta de pronto que era una fantasma... Mi propio fantasma andando por la acera".


La niebla de los días expira;
la suerte está echada
y no existe salvación
salvo la propia confusión
que nos invita a ser incrédulos,
a pesar de nuestras manos
empapadas del aliento
de quien duerme a nuestro lado.




" -Esta bien -dije-. Tu madre me dijo que no reabriese viejas heridas, que no era más que un vagabundo.

- ¿ Y no sabes que tiene razón ?"


No hay medida,
todo es visible en la llama.
Prende y flamea la desenvoltura
que hace tiritar de emoción.
Aunque sea para partir
sin rumbo definido.

La linde es el hito de la carretera.

"Se desliza por las calles de Nueva York como una gigantesca araña. La excitación le sale de los ojos como grandes estocadas de luz luciferina. Giró el cuello en un éxtasis espástico. Ceceó, se contorsiono, se dejó caer en el sillón, gimió, aulló, se echó hacia atrás, desesperado. apenas era capaz de articular palabra, tanta era la excitación que le producía la vida".

Todo acababa para empezar.
El vacío es un duelo
que distancia los extremos
y el equilibrio no existe.
La lágrima y la sonrisa
no son caras de la misma moneda.
Cualquiera de ellas puede ser
el principio y el final o
el fin y el principio.











"Ahora enfilabamos el maltrecho morro del Ford en dirección al sur, hacia Castle Rock, Colorado, mientras el sol se ponía rojo y hacía que la piedra de las montañas del oeste evocaran las paredes de una fábrica de cerveza de Brooklyn en los atardeceres de noviembre".



Damos pasos,
pasos que nos encaminan
sin dar uno solo de ellos.
Cuando eso ocurre,
la historia se olvida
porque desconocemos el origen.
Sin ser nuestros,
andan por nosotros.











"El humo de las locomotoras se rizaba en el aire, por encima de su cabeza, igual que en Tracy, igual que en Nueva Orleans. Su sombrs iba detrás de él, remedaba su paso y sus pensamientos, e incluso su ser. Se volvió y me hizo adiós con la mano, tímida, vergonzosamente. me envió el saludo de los guardafrenos, con la mano en alto, dio unos saltos sobre el sitio, aulló algo que no entendí. Y se puso a correr en círculo. Y mientras lo hacía se acercaba más y más a la esquina de cemento del puente. Me hizo una última señal. Se la devolví. De pronto volvió a encarar su vida y se perdió en la lejanía. Medité sobre la desolación de mis propios días. También yo tenía un camino espantosamente largo por delante".

El humo distingue las pérdidas;
en el infierno de las locomotoras
la existencia es tránsito de carbón
que quema su propia vida.
Se despide sin volver a consumir
la existencia del vértigo por una segunda vez.














"Todo volvía: el baile comenzaba de nuevo. A su espalda las ruinas humeantes. Volvía a precipitarse hacia el oeste a través del quejumbroso y horrible continente, y estaba a punto de llegar."

De aquel conflicto,
este merecimiento absurdo.
De aquella estela,
la vuelta al pasado.

El estrépito del olvido
es el rumor oculto
que nos encadena.
Vuela la vuelta
para asombrarnos
y dotarnos de alas,
pecaminosas alas
descreídas del aire.


" -Frank -dijo, sencillamente-, no te vayas. No hagas llorar a tu anciano padre. No me dejes solo otra vez. Frank me había conyado que su padre se estaba volvindo loco en los últimos años. Me partía el corazón presenciar aquella escena. -Neal -dijo el anciano dirigiéndose a mí-. No te lleves a Frank de mi lado. cuando era niño solía llevarlo al parque y le explicaba todo lo relatiuvo a los cisnes. Luego su hermano pequeño se ahogo en el estanque de ese parque. No quiero que te lo lleves, Neal. -Padre -dijo Frank-. Nos vamos. Adiós"

Derramada la luz de tus ojos,
clava su humedad.
Esparcida la angustia
el miedo cabe en saco roto.














"Era extraño, pero la más alocada de todas era una chica medio india, medio blanca, y oriunda de Venezuela. tenía tan sólo dieciocho años, y parecía de buena familia. Qué podría haberla llevado a prostituirse en México a aquella edad y con aquella fresca impudicia y buen aspecto era algo que sólo Dios sabía. Alguna horrible pena, tal vez. bebía sin tino. Cuando parecía que iba a vomitar la última copa, se echaba otra al coleto".


Dorado el labio
que besa la rubia.
Púrpura el caminante
que espera labios de espuma.

Rojo es el destino
entre paredes de silencio.













"De todas las chicas de aquel prostíbulo era la que más necesitaba el dinero, pues probablemente su madre venía de cuando en cuando a recaudar lo que había ganado con su trabajo para mantener a sus hermanas y hermanos pequeños. Jamás, jamás se me paso por la cabeza acercarme a ella para darle algún dinero. tenía la sensación de que lo habría aceptado con desprecio, y el desprecio de las que son como ella me hace sentir estremecimiento. creo que, en mi locura, me enamoré de ella durante todo el tiempo que estuve allí. Era el mismo dolor inconfundible, la misma cuchillada en mitad del pecho, los mismos suspiros, la misma aflicción, y, por encima de todo la misma renuencia y el mismo miedo a acercarme a ella. es extraño, pero tampoco Neal o Frank le hiciron proposiciones. Su dignidad impecable era lo que la hacía pobre en aquella casa de putas vieja y disparatada, lo cual me hizo pensar. En un momento dado neal se inclinó hacia ella como una estatua, listo para caer sobre su presa pero el desconcierto se dibujó en su cara al ver cómo ella lo miraba, con frialdad, imperiosamente, y dejó de rascarse la barriga y abrió la boca y, por último, agacho la cabeza en una reverencia. Porque aquella chica era la reina".

Podemos enseñorearnos del cielo
pero nunca de la tierra.
El amor reduce los labios
hasta no ceder un ápice.
Porque en la misma miseria
hay orgullo que alumbra
dentro del alma
sin pedir prestado.






"Seguía sin haber brisa, pero el metal poseía cierta frescura residual, y me secó el sudor de la espalda, y me dejó aplastados contra la piel miles de insectos muertos, y entonces comprendí que la selva te incorpora, y te vuelve selva. estar allí tumbado encima del coche, con la cara dirigida al negro cielo, era como estar dentro de un baúl cerrado en una noche de verano. por primera vez en la vida el tiempo atmosférico no era algo que me afectase, que me acariciase, que me helase o me hiciese sudar. sino que el tiempo era yo mismo".

Mi sed era el tiempo.
El cálculo era tímido,
pero acertado y justo,
nadie leía el cielo
excepto quién lo veía distinto.
Alzar la mirada y asirla
a la espesa negrura;
ese era el símil
con el destino,
pero nunca con el fin.










"El otoño siguiente emprendí el regreso a casa desde Ciudad de México, y una noche en Dilley, Texas, nada más cruzar la frontera de Laredo, estaba de pie en la carretera ardiente, bajo una farola contra las que se estrellaban las polillas, cuando oí unos pasos que se acercaban en la oscuridad, y he aquí que, d pronto, surgió de ella un viejo alto, de pelo blanco que le ondeaba al viento, con una mochila a la espalda, que al verme al pasar me dijo:
-Laméntate por el hombre..."

Fútil el porvenir,
el costado del hombre
se resiente .

Fútil el porvenir,
el dolor de los días
sigue naciendo.











"Llegamos a las vertiginosas cumbres de Sierra madre oriental. los bananos brillaban en la neblina con un tono dorado. Más allá de las paredes de piedra, a todo lo largo del precipicio, iban desplegándose unas nieblas densas. Abajo, el río Moctezuma era un hilo dorado y fino sobre la estera verde de la selva. Desde él se alzaban vapores que al llegar a lo alto se mezclaban con los aires de las cimas, y formaban como un cielo blanco entre los picos frondosos".

No hay gloria en las alturas,
para el peregrino advenedizo
que decide olvidar su camino
y empezar otro.
Cavar la fosa
no significa
enterrar el muerto.













"Así, en esta Norteamérica, cuando el sol se pone y me siento en el viejo y ruinosos muelle del río a mirar los largos, largos cielos de Nueva Jersey, y siento toda esa tierra salvaje, que se extiende en una increíble y gigantesca vastedad en dirección a la Costa Oeste, todda esa carretera interminable, todas esas gentes que sueñan en su inmensidad, y sé que en Iowa, en este instante, la estrella vespertina irá descendiendo y proyectando sus tenues destellos sobre la pradera, lo cual tiene lugar justo antes de la llegada de la noche cerrada que bendice la tierra, oscurece los ríos, envuelve los picos en el Oeste y pliega y oculyta las últimas orillas, y nadie, nadie sabe lo que va a apasrle, salvo que triste y fatalmente va a envejecer, y pienso en neal casssady, e incluso pienso en el Viejo Neal Cassady, el padre que jamás llegamos a encontrar, pienso en Neal Cassady, pienso en Neal Cassady".

Existimos en otras sangres
que salpican su emoción,
en la soledad que somos.
Otros son en nosotros
para existir,
para sabernos amados.
Incluso en el propio olvido
que se nutre, silenciosamente,
de nuestra sangre.


El amor es una forma de pensamiento.

3 comentarios:

Madeja de Palabras dijo...

Me ha encantado esta entrada, por mil razones que se definen en su propio fin, en sí misma, como otra carretera más.

Un auténtico derroche de literatura, vida, cultura, ingenio...

Un abrazo

Pedro Luis Ibáñez Lérida. Sevilla. dijo...

Mi gratitud en los labios.

Prosigamos en el rastro inflamado de la Palabra...

Pedro Luis Ibáñez Lérida.

Unknown dijo...

Muy buena esta entrada Pedro.