Carta de Manuel Márquez a Miguel Hernández
¡La puta guerra, la puta guerra!
Mi razón, la tuya, la de ellos…
Hoy ya todos son valientes y sacan pecho
y sus ombligos se hacen grandes, grandes y apestan;
y tú, y él y el otro y el de más allá
por nuestra paz, seguís muertos, muertos, muertos…
Di a todos los que se llevó nuestra guerra
que los ruiseñores siguen cantando
pero que los abejarucos también
en el nido de culo siguen entrando.
Y que mientras unos guardan simientes de cebollas
otros siguen amontonando fuertes cuerdas
para atar al que no se deja.
¡Hay demasiados cobardes aquí fuera
que no saben más que hablar de sus verdades
cegadas por la derecha o por la izquierda!
-¡Y ahora yo que puedo te doy!
-¡Y yo que tengo memoria te la guardo!
Y así esta España nuestra va caminando.
¡Qué de valientes, qué de valientes,
qué de valientes hay ahora compañero!
¿Yo?, mientras me sangran las encías
por escribir con los dientes apretados,
pido paz susurrando,
que la verdad no precisa del grito.
Ni de unos ni de otros,
porque todos fueron nuestros,
pido paz por nuestros muertos.
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