es algo demasiado serio.
Aún así el diablo bailó feliz
con su traje de lentejuelas rojo.
El hombre santo lo había dicho
y tras su velo la depravación
también, un claro ¡si quiero!
fueron padrino, madrino y testigos.
Mefisto dio por bueno el contrato
y maldijo a los recién condenados.
Las arras tintinearon en el suelo.
De su joven portador
nunca más se supo...
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